lunes, 9 de febrero de 2015

Salvalos de las llamas!


"Ocurrió a finales de diciembre de 1996. Una gran familia se reunió en Los Ángeles para festejar el intercambio de los regalos de Navidad. Era una gran familia porque era el producto de dos matrimonios. Habían tantos reunidos esa noche que cinco de los niños dormían en la cochera. Era una estructura en la que se mantenían calientes durante el frío de la noche con un calentador eléctrico junto a la puerta. Durante las horas tempranas de la madrugada, el calentador estalló en llamas, bloqueando la salida. En segundos, el cuarto se convirtió en un infierno ardiente. La llamada frenética a los servicios de emergencias reveló el terror del momento. Uno de los niños se podía escuchar gritando, “¡Me estoy quemando!”. El padre desesperado entró en las llamas para intentar salvar a uno de sus amados hijos. Sufrió quemaduras en 50% de su cuerpo. Trágicamente, los cinco niños murieron quemados. Murieron porque las barras de metal en las ventanas de la cochera impidieron su escape. Había sólo una puerta y fue obstruida por las llamas.

Has regresado en el tiempo. Son minutos antes que el calentador estalle en llamas. Caminas a través de la oscuridad mirando el dormir tranquilo y lleno de paz de los pequeños. Sabes que en cualquier momento el cuarto va a convertirse en un infierno y quemará horriblemente la piel de los niños. ¿Podrías salir de ahí caminando tranquilamente con una conciencia limpia? ¡No! ¡Debes despertarlos y advertirles que huyan de la trampa mortal!

El mundo duerme tranquilamente en la oscuridad de la ignorancia. Hay una sola Puerta por la que pueden escapar de la muerte. Las barras de metal del pecado impiden su salvación y al mismo tiempo atraen las llamas de la Justicia Eterna. ¡Qué espantosa cosa será el Día del Juicio! Las llamas de la ira de Dios Todopoderoso quemarán por toda la eternidad. La Iglesia ha sido confiada con la tarea de despertar al mundo antes de que sea demasiado tarde. No podemos dar la espalda y caminar en otra dirección tranquilamente. Piensa en cómo el padre corrió dentro de las llamas. Su amor no conoció límites. Nuestra devoción por la tarea suprema, que Dios nos ha dado, está en directa proporción a nuestro amor por los perdidos. Hay sólo unos pocos que corren entregándose a las llamas para advertir a otros que huyan (Lucas 10:2). Por favor, sé uno de ellos. Realmente, no tenemos opción. El apóstol Pablo dijo, "¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Corintios 9.16). El "príncipe de los predicadores", Charles Spurgeon, dijo estas palabras: "¿No tienes el deseo de que otros se salven? Entonces tú mismo no eres salvo. Puedes estar seguro de esto." Un cristiano no puede ser apático acerca de la salvación del mundo, porque el amor de Dios en él lo motivará a ir a buscar y salvar a los que están perdidos.

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