No importa quiénes sean, por cuanto todos pecaron y han sido destituidos de la gloria de Dios.
No importa la forma específica que adopte su pecado. Hoy día se le presta gran atención a eso. No necesito un catálogo de pecados. No me importa cuáles son. Pueden ser muy respetables o pueden ser viles, sucios, mezquinos y atroces. Gracias a Dios, eso no importa.
Pero sí tengo autoridad para decir lo siguiente:
Aunque seas el hombre o la mujer más vil que haya conocido el mundo, aunque hasta ahora hayas vivido toda tu vida en las cloacas y en las simas del pecado en todas sus manifestaciones, te digo esto: Por medio de este hombre, del Señor Jesucristo, se te anuncia perdón de pecados.
Y por medio de Él, todo aquel que cree (tú incluido), es justificado completa y absolutamente de todo lo que ha hecho; si crees que este es el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, y que murió allí en la cruz por tus pecados y para soportar tu castigo, si crees eso y se lo agradeces, y confías completamente en Él y en lo que ha hecho, yo te digo, en el nombre de Dios, que todos tus pecados son borrados por completo, como si no hubieras pecado en toda tu vida; y su justicia se deposita en ti y Dios te ve perfecto por medio de su Hijo.
Ese es el mensaje de la cruz, esa es la predicación cristiana, que es nuestro Señor quien nos salva al morir en la cruz, que nada más puede salvarnos; y que eso puede salvar a todo aquel que en Él cree.
¿Recuerdas al carcelero filipense? Aquel violento individuo estaba a punto de suicidarse, pero Pablo le detuvo. Entonces fue al apóstol y a Silas y les dijo: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” La respuesta fue sencillamente ésta: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:30-31).
Martyn Lloyd-Jones